Leyendo el capítulo que nos ocupa he recordado la historia de Caroline Herschel, hermana del astrónomo descubridor del planeta Urano. Caroline, gracias a un pequeño telescopio que apodó el barredor de cometas, tuvo mucho éxito al detectar un buen número de este tipo de cuerpos celestes.
Como nos cuenta Bryson en este capítulo, el pastor protestante Robert Evans también muestra, como astrónomo aficionado, una extraordinaria habilidad en detectar uno de los eventos más raros de observar y más espectaculares del universo: la muerte de una estrella masiva en forma de supernova, que el autor define poéticamente como “picotazos anómalos en la cúpula del firmamento”.
Bryson consigue, en mi opinión, dar al lector una imagen bastante reveladora sobre la dificultad que entraña encontrar una supernova: 1.500 mesas con un puñado de sal en cada una de ellas, y Evans de un vistazo localizará un grano de sal en particular.
Por su relevancia en comprender los procesos que suceden en una supernova, Bryson nos habla de un astrónomo de carácter mucho menos amable que Evans, pero con un notable instinto para proponer ideas revolucionarias. A Fritz Zwicky debemos, además de haber acuñado el término supernova, la idea de la existencia de las estrellas de neutrones y de lo que los astrofísicos llaman actualmente materia oscura.
Pero las supernovas son mucho más que fenómenos estelares efímeros, y eso lo descubrió otro astrónomo peculiar y polémico. Fred Hoyle fue el responsable del término “Big Bang” en tono de burla, pues no creía que el origen del universo estuviera en ese “Gran Petardazo”. El logro de Hoyle fue pensar en el colapso necesario para dar una supernova, y la manera en que podían producirse los elementos químicos más pesados. Los hornos termonucleares de las estrellas sólo son capaces de producir los elementos más ligeros que el hierro. Aquí es donde interviene el colapso gravitatorio de la estrella y el bombardeo de neutrones que imaginó Zwicky para crear el resto de elementos.
Ya sólo queda el mecanismo de dispersión. La explosión de la supernova, como un Big Bang a pequeña escala, difunde los elementos químicos hacia el espacio interestelar. Este es el instante de dispersión que el reverendo Evans detecta. Es de justicia, como él dice, que haya alguien observando en el momento en que la luz de esta inseminación cósmica alcanza la Tierra.
Y lo bueno es que en los días de redacción de este resumen, la fortuna del reverendo nos ha acompañado: en la Galaxia M82 (o Galaxia del Cigarro), situada en la constelación de la Osa Mayor, una enana blanca acaba de convertirse en supernova. El grupo de estudiantes del Observatorio de la Universidad de Londres, junto a su profesor, se encontraban el 21 de enero probando un telescopio que apuntaba al único trozo de cielo que aún se hayaba despejado, cuando captaron la luz que había abandonado la estrella hace 12 millones de años, época en la que todavía existía vegetación en la Antártida y había numerosas poblaciones de pingüinos en Sudáfrica.
La Galaxia M82 antes y después de detectarse la supernova. |
Y sin extenderme más, aquí van mis preguntas/propuestas:
- · ¿Hasta qué punto pensáis que puede influir una cualidad innata (la observación, la abstracción, la imaginación…) en los avances científicos? Además de la preparación académica, ¿hay un determinado “olfato” que sólo tienen algunos científicos?
- · La ciencia comenzó como un pasatiempo de aficionados ilustrados. En astronomía, como acabamos de comprobar, aún hay aficionados que con un telescopio y grandes dosis de paciencia (o serendipia) siguen descubriendo nuevos cuerpos celestes. ¿Pensáis que por eso es una disciplina más popular que otras, tan avanzadas y especializadas con las que ya es imposible hacer “ciencia en el garaje”?
- · La imagen del científico sigue siendo polémica, y más si se refiere a cualidades excepcionales que parece que deban “equilibrarse” con características menos deseables: por ejemplo, Gregory House es un arrogante asocial, y Evans es mencionado en una obra de nuestro Oliver Sacks donde habla sobre autistas. ¿Creéis que es una imagen simplemente fomentada por el cine y la televisión, o es que seguimos viendo al genio como bicho raro?