En este penúltimo capítulo, Bryson trata el tema de la aparición del género Homo, de la forma en que hemos llegado a todos los rincones del globo y de la revolución que supuso la fabricación de las primeras herramientas de piedra (algo que se atribuye a Homo habilis mucho antes que a Homo sapiens).
La interpretación general sobre la evolución de nuestros antepasados durante el Pleistoceno Inferior y Medio (hace entre 2,5 y 0,1 Ma) vienen a relacionar tres acontecimientos: la aparición del Homo erectus, la cultura Achelense y la primera salida de los homininos fuera del continente africano. Este primer movimiento migratorio fuera África obliga a nuestros antepasados a enfrentarse con climas fríos, logrando adaptarse a la nueva situación gracias a las novedades culturales asociadas con la tradición Achelense (herramientas de piedra elaboradas, confección de vestimenta) y al control del fuego. Sin embargo, este esquema tropieza con numerosos baches.
Respecto al oriente asiático, la forma tradicional de ver las cosas apuntaba a la existencia allí de una industria sin bifaces achelenses durante todo el desarrollo de los Homo erectusen Java y China. Esto llevó a postular la “línea de Movius”, una frontera ideal que separaría a guisa de barrera tecnológica a los erectus asiáticos de los del resto del planeta. Se pone así en duda que se produjese una verdadera conexión cultural con los yacimientos africanos: la morfología de los homínidos del grado erectus procedentes de los continentes africano y asiático es distinta y su industria, salvo excepciones, también lo es. De hecho, en los yacimientos de Java se han encontrado poquísimos instrumentos líticos debido quizás a la utilización de herramientas talladas en otros materiales, como madera, bambú o hueso (decir que la cultura Olduvaiense tiene un comienzo estimado hace entre 1,9 y 1,7 Ma con un final hace entre 700.000 y 200.000 años, mientras que el comienzo del Achelense se solapa en parte con el periodo anterior (comienzo 1,5-0,7 Ma) y finaliza hace 200.000 años aproximadamente).
La cuestión del momento, el cómo y dónde surge por primera vez el Homo sapiens es materia de duros debates y enfrentamientos entre puntos de vista muy dispares. En la actualidad, los investigadores plantean dos modelos para explicar el origen de Homo sapiens: el primero de ellos se ha llamado modelo “multirregional”; mientras que el segundo es el modelo del “Arca de Noé”, del origen único, o del reemplazamiento (mejor conocido como “fuera de África”). Ambos modelos responden de forma diferente a las cuestiones acerca del momento de aparición de Homo sapiens y a la contribución de las diferentes poblaciones del Pleistoceno a la morfología y acervo genético de la humanidad actual.
La hipótesis de la evolución multirregional, uno de cuyos principales defensores es Alan Thorne, contempla el proceso de aparición de nuestra especie como el resultado de una profunda transformación a partir de las poblaciones ancestrales de Homo erectus que evolucionaron de forma gradual e independiente hacia Homo sapiens arcaicos y, posteriormente, hasta los humanos modernos. Siguiendo este criterio, las diferencias que apreciamos entre las razas actuales tendrían un origen muy antiguo y serían el resultado de ese proceso evolutivo paralelo. Por lo tanto, la transición desde Homo erectus y Homo sapiens arcaicos a los Homo sapiens modernos ocurrió de forma paralela en diversas partes, a través de varias poblaciones intermedias, con una mezcla genética continua entre ellas que mantuvo la unidad de la especie.
Por otro lado, la teoría “fuera de África” (out of Africa) sostiene que los humanos modernos aparecieron en África hace entre 300.000 y 100.000 años y que, en una o varias oleadas, salieron del continente y colonizaron el resto del planeta. Este éxodo conllevó la extinción de los neandertales europeos y los Homo erectus asiáticos que habían aparecido previamente como resultado de evoluciones locales.
Las posturas se mantienen hoy en día enfrentadas porque el registro fósil no arroja mucha luz sobre esta cuestión ya que permanecen sin respuesta clara muchas preguntas: ¿qué ocurrió con los neandertales?, ¿cómo se extinguieron?, ¿convivieron y se cruzaron con los sapiens? Los neandertales estaban bien adaptados a los climas rigurosos de Europa y llevaban decenas de miles de años campando a sus anchas por medio mundo. De hecho, la visión tradicional de un neandertal como un ser poco inteligente, con aspecto simiesco etc., es decir, la perfecta representación de un cavernícola, ha quedado muy atrás: si tuviésemos uno delante quizás no fuéramos capaces de distinguirlo (de hecho, estudios recientes apuntan a que compartimos nuestro código genético, lo que sin duda apunta a que hubo entrecruzamiento entre ambas especies)
Dado que los fósiles ofrecen más dudas que respuestas, cada vez más se acude a los análisis moleculares y de ADN allá donde es posible. Fruto de estos estudios ha sido la línea de investigación iniciada en la década de los sesenta del siglo pasado centrada en el ADN mitocondrial (su utilidad reside en que experimenta un proceso de mutación más rápido al ser menos efectivo su mecanismo de reparación (y por lo tanto aporta más información en cortos lapsos de tiempo), se hereda exclusivamente a través de la madre (el que no exista recombinación facilita su rastreo) y, por último, presenta una gran cantidad de moléculas que normalmente son idénticas entre sí (cada individuo posee múltiples copias de ADNmt idénticas).
El esquema de trabajo partía de la siguiente premisa: las mutaciones del ADNmt provocan diferencias en la secuencia de bases que se pueden comparar al examinar la dotación de dos personas. Cuanta mayor sea la diferencia en esta secuencia, mayor será el número de mutaciones acumuladas y, por consiguiente, mayor será el tiempo desde que esas dos personas (y presumiblemente, las poblaciones que representan) compartieron un antepasado común. Partiendo de aquí comenzó el trabajo de análisis.
Las conclusiones fueron que los africanos son el grupo de población con una mayor variabilidad genética ―en el ADNmt ― lo que a juicio de los autores tenía sentido teniendo en cuenta la propia escala temporal: los africanos han tenido más tiempo para divergir que el resto de poblaciones del planeta. Sin embargo, lo que estos datos no nos pueden decir es el momento exacto en que tuvo lugar la migración fuera de África. Pero una interpretación provisional del árbol y la escala temporal asociada encajaba con los hallazgos del registro fósil: éstos apuntaban a que la transformación de la forma arcaica a moderna de Homo sapiens tuvo lugar primero en África, hace aproximadamente entre 140.000 y 100.000 años.
Los estudios se multiplicaron, al igual que las conclusiones (enormemente dispares entre sí) en función de si el investigador era defensor de la teoría de la salida de África o del multirregionalismo. Quizás la mayor sensatez venga de la mano de Rosalind Harding, genetista de la Universidad de Oxford, cuando dice que ambas partes han hecho un mal servicio a la ciencia al insistir en que debe ser una cosa o la otra. Es probable que las cosas no sean tan sencillas como los dos bandos quieren que pienses.
Como prueba de que debemos ser pacientes a la hora de extraer conclusiones arriesgadas son los descubrimientos realizados en Denisova: el análisis el ADN ratifica que el hominino encontrado (una niña de unos 7 años) se trata de una especie diferente a los neandertales y los Homo sapiens, que habría compartido con los neandertales un ancestro hace unos 650.000 años y con los humanos modernos hace 800.000 años.
Del mismo modo, en diciembre de 2013 se publicó en la revista Nature que la secuenciación de ADN mitocondrial de un fémur procedente del yacimiento de la Sima de Los Huesos, en Atapuerca, de hace 400.000 años, ha mostrado mayor relación con el ADN denisovano que con el neandertal, lo que abre paso a la hipótesis de una compleja relación entre las distintas especies de Homo en Eurasia.
Lo que todo esto nos enseña es que debemos ser cautos a la hora de estudiar la evolución humana. Como dijimos al comentar el capítulo anterior, cada nuevo descubrimiento puede suponer un cambio radical en la visión que tenemos de nuestro pasado evolutivo.
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Mi propuesta para el debate, sin perjuicio de que cada cual de su opinión sobre la forma en que Bryson ha expuesto este tema, es hacer un esfuerzo de imaginación, pero tomando como base los conocimientos de biología, física, climatología, evolución etc. que hemos ido acumulando: ¿cómo evolucionará la especie humana?, ¿cambiará el ser humano en los próximos 10.000, 100.000 o millón de años?, ¿de qué forma?, ¿sencillamente nos extinguiremos o superaremos los retos a los que nos enfrentamos?