¡Química en estado puro! Por fin vemos a nuestro protagonista enfrascado en los más geniales experimentos poniendo a prueba tanto su ingenio como su integridad física (y la de quienes le rodeaban).
Sacks aplica sus cinco sentidos, literalmente, a la pasión que siente por la química. Nos describe cómo pasaba largos ratos en su laboratorio examinando los colores químicos y jugando con los diferentes elementos para conseguir nuevas tonalidades cromáticas. Gracias a estas experiencias extrajo conclusiones acerca del poder de combinación de los elementos (la valencia) así como de las cualidades atómicas, convencido de que existía una relación entre éstas y el color de los compuestos.
El calor también formó parte de esta fase de experimentación. Describe que sentía una especial relación con el fuego, las explosiones y los incendios (le produjo una huella imborrable el incendio del Palacio de Cristal en Hyde Park que se produjo en 1936). Recordó de nuevo los devastadores efectos de las bombas incendiarias lanzadas sobre Londres durante la Segunda Guerra Mundial, y explica sus experimentos con el magnesio que ardía incluso bajo el agua.
Con este tipo de química uno jugaba con fuego, en el sentido literal y metafórico. Se desataban inmensas energías, fuerzas plutónicas, y yo tenía la emocionante, aunque precaria, sensación de controlarlas, a veces por los pelos.
Precisamente por los riesgos que corría, no olvidaba los accidentes (quemaduras, asfixias, pérdida de miembros e incluso riesgo para la vida) en que se habían visto envueltos los pioneros de la química. Aunque conocer estos antecedentes le hacía ser más prudente, no impedía que continuase con sus experimentos con total determinación.
Al mismo tiempo le intrigaban los olores, no solo de los elementos químicos, sino de la comida, las flores y otros objetos cotidianos. Esto le llevó a destilar los aromas de plantas y, cómo no, dado su carácter, a interesarse por los malos olores y las travesuras que podía hacer con ellos.
Al pensar en todos los hediondos compuestos de azufre y el atroz hedor del selenio y el telurio, decidí que esos tres elementos formaban una categoría olfativa además de química, y a partir de entonces, al pensar en ellos, los llamaba los “apestógenos”.Para el debate:
- La química es un área del conocimiento esencial por la enorme variedad de principios que entran en su ámbito, ¿se le otorga esa relevancia en los planes de estudio?, ¿somos conscientes, como sociedad, de esa importancia?
- Relacionado con la anterior cuestión, ¿por qué la química se asocia habitualmente con algo “malo”, algo contrario a lo natural? En mi opinión los medios de comunicación han jugado y juegan un papel nefasto en este sentido, así que la divulgación es más importante que nunca, ¿estás de acuerdo?
- Hace mucho tiempo se pusieron de moda los juegos para experimentar como el Quimicefa. Sacks se queja que en la actualidad no podría acceder a gran parte de los elementos químicos que empleaba en sus experimentos ya que son sustancias peligrosas. ¿Es posible realizar experimentos que atraigan la atención de los jóvenes (que sean vistosos y claros) y que puedan hacerse sin peligro?
- Al leer este capítulo me he acordado de muchos de los tertulianos que enfatizan la necesidad de enseñar ciencia de forma recreativa. En los países anglosajones los estudiantes tienen determinadas horas destinadas a laboratorio para realizar experimentos (no sólo de química, sino también de física y biología). ¿Opinas que la ciencia debería enseñarse de forma más visual y práctica?, ¿sucede así en la práctica?, ¿es tan costoso mantener instalaciones de este tipo en los colegios?, ¿los profesores están preparados para realizar esta tarea?
Leer y debatir es una forma de experimentar, ¡adelante!